Escribe: Miguel Andreis
Y el juicio por romper la cuarentena… ¿Cuándo?…
En las últimas horas de la pasada y presente semana, se fueron conociendo algunos movimientos, auto percibidos de estratégicos, formulados por intermitente intendente Martín Gill, en cuanto a su accionar dentro del peronismo cordobés. Primero, pidiendo ser parte de una interna de dicha fuerza, representando al Kirchnerismo, o el Frente de Todos, aunque aún no se sabe a cuál, si a CFK con la que desde hace años viene consiguiendo algún conchabo interesante, o con Alberto, quien le habría prometido un alto cargo antes de llegar a la presidencia. El mandatario nacional cumplió y él huidizo se disparó hacia la ciudad de las luces dejando en su lugar y, lo que es patético analizado en el tiempo, al ingeniero Pablo Rosso, un total desconocido para los villamarienses, quien se creyó personificar el resultado de las urnas. Una total falacia acompañada de tropa propia, así lo hicieron los concejales del accastellismo, y de otras fuerzas afines en las repartijas. “Va a llover el dinero que enviará Martín a Villa María…” decían sus sectarios incondicionales que lo defendían. Todo lo contrario, vaya a saber por qué alquimia, La ciudad comenzó a tomar una tonalidad gris cuasi patética. Todos los días se intensifica un poco y no nos damos cuenta. Aparecerán las voces que dirán “la autopista”. Vale acotar que la misma es una iniciativa que nace antes de su gestión y, que a pesar de llevar más de dos años de trabajo, no estaría antes de cuatro. Lo demás son flores de plástico que no condice con las prioridades de la villa. Estaría bueno que explicaran lo que van a hacer con el basural y dónde está o en que se habría invertido el dinero que llegaría de BID (¿ya llegó?), se habla de más de 9 millones de dólares en un sitio ya detonado. No obstante, con la miserabilidad de los cínicos se siguen anunciando la creación de infinidad de puestos de trabajo
Y un día alguien pedirá una auditoría
En fin, y volviendo con lo que pretende continuar, es decir, bebiendo de la interminable teta del Estado, lanza entre líneas su candidatura bajo el perverso lema de lo importante que es amontonarse entre compañeros, a la espera de recibir algún sobrante. Gill, es de inferir, no debe ser tan ingenuo como para creerse con chances ciertas de pelear la gobernación. Ya sus puestas en escenas anteriores, las urnas le dieron un cargo que pasó de largo. Lo que está haciendo en este ínterin es pelear por las migas que quedan en el plato. Básicamente, son las sobras que generan los antígenos de la impunidad. ¿Le hará falta? A él y a no pocos de sus acólitos. No lo ignoran. Quizás que en no demasiado tiempo alguien venza a la cobardía masificada en nuestra ciudad y se atrevan, entre otras cosas, a presentarse ante la Justicia y solicitar una AUDITORÍA. A pedir informes. O tal vez, el tiempo dirá hasta donde le o les alcanza la protección que despóticamente baja del poder político y paraliza a la Justicia.
Una burla tapada con otra burla, la de la Justicia
No pocos nos preguntamos luego de la inconcebible fiesta del Presidente Alberto Fernández en Olivos, cuando en plena pandemia y encierro masivo de la ciudadanía, le festejó el cumpleaños a Fabiola Yáñez, la primera dama. Su esposa. Todo lo que prosiguió, es decir, las secuelas de infortunadas falacias de “Alberto”, no le alcanzaron, igualmente se lo condenó – sin misericordia alguna- a pagar algo así como un millón seiscientos pesos. Pesos más. Pesos menos. Y otro tanto ella. Una burla de la que habla el país. Nos defecaron en la cabeza y no paran de reírse.
Jugando con el Covid ajeno
Claro que si mal no recuerdo, en Villa María también se violaron las normativas del COE. ¿Recuerdan? Todos – o casi, éramos unos potenciales criminales que nos movíamos a escondidas y, eso nos pasaba cuando intentábamos – (casi siempre de noche) ir de visita a hijos o nietos. A los afectos más entrañables. Nos quisieron enseñar, a través de esa misteriosa organización llamada COE, algo así como un estado policíaco que nos determinaba la vida, y la muerte también, con amenazas constantes de encierro. En esto debe no ponerse en el mismo estrado a los médicos y personal de salud que no se movieron de las trincheras en las luchas contra este temible virus. No obstante, en este juego de turbadoras emociones que nos revolotean y exaltan, también emerge la Justicia, que dependía de ellos. Allí la memoria nos hace un alto para rememorar, entre otros quebrantamientos, que Martín Gill vino, tal indican, con hisopados negativos a visitar a sus padres y, lo hizo en una fiesta formalizada en Villa Nueva con importante número de concurrentes. El hecho trascendió lo público e intervino la Fiscal Juliana Companys, de quien no se podrá decir que no trabaja o que no investiga. Todo lo contrario. Los casos y el reconocimiento hablan por sí solos. Pero es preciso interrogarse ¿si al Presidente la Justicia lo condenó a tan irrisoria y burlona cifra, pero lo condenó al fin, que ha ocurrido con la causa que se la abrió al intendente Gill?
De giles y no tan giles
No estaría mal que en algún momento el intendente sea puesto en el banquillo de los acusados en lugar de estar hablando de su posible candidatura. Es como que habría un sesgo de sentido común. Vale que preguntemos a la clase política, también a la Justicia ¿lo moral y lo ético le importa de verdad? Y extendemos, también el interrogante a la sociedad que componemos ¿Cuánto nos afecta lo ético y moral? Lo de Gill es un ejemplo hediondo y licencioso, de lo contrario no estaría presentándose como un hombre sin historia, o de inmaculado pasado, con el objetivo de seguir gobernando. Claro que hay miles de giles –o no tan giles- que se amuchan pensando en las urnas para su salvación o lo que es peor, cagándose en ellas. Es decir, en nosotros, el pueblo a quienes nos llaman soberanos… Eso, como dice Afiche, la canción, dan ganas de balearse en un rincón.
En las últimas horas de la pasada y presente semana, se fueron conociendo algunos movimientos, auto percibidos de estratégicos, formulados por intermitente intendente Martín Gill, en cuanto a su accionar dentro del peronismo cordobés. Primero, pidiendo ser parte de una interna de dicha fuerza, representando al Kirchnerismo, o el Frente de Todos, aunque aún no se sabe a cuál, si a CFK con la que desde hace años viene consiguiendo algún conchabo interesante, o con Alberto, quien le habría prometido un alto cargo antes de llegar a la presidencia. El mandatario nacional cumplió y él huidizo se disparó hacia la ciudad de las luces dejando en su lugar y, lo que es patético analizado en el tiempo, al ingeniero Pablo Rosso, un total desconocido para los villamarienses, quien se creyó personificar el resultado de las urnas. Una total falacia acompañada de tropa propia, así lo hicieron los concejales del accastellismo, y de otras fuerzas afines en las repartijas. “Va a llover el dinero que enviará Martín a Villa María…” decían sus sectarios incondicionales que lo defendían. Todo lo contrario, vaya a saber por qué alquimia, La ciudad comenzó a tomar una tonalidad gris cuasi patética. Todos los días se intensifica un poco y no nos damos cuenta. Aparecerán las voces que dirán “la autopista”. Vale acotar que la misma es una iniciativa que nace antes de su gestión y, que a pesar de llevar más de dos años de trabajo, no estaría antes de cuatro. Lo demás son flores de plástico que no condice con las prioridades de la villa. Estaría bueno que explicaran lo que van a hacer con el basural y dónde está o en que se habría invertido el dinero que llegaría de BID (¿ya llegó?), se habla de más de 9 millones de dólares en un sitio ya detonado. No obstante, con la miserabilidad de los cínicos se siguen anunciando la creación de infinidad de puestos de trabajo
Y un día alguien pedirá una auditoría
En fin, y volviendo con lo que pretende continuar, es decir, bebiendo de la interminable teta del Estado, lanza entre líneas su candidatura bajo el perverso lema de lo importante que es amontonarse entre compañeros, a la espera de recibir algún sobrante. Gill, es de inferir, no debe ser tan ingenuo como para creerse con chances ciertas de pelear la gobernación. Ya sus puestas en escenas anteriores, las urnas le dieron un cargo que pasó de largo. Lo que está haciendo en este ínterin es pelear por las migas que quedan en el plato. Básicamente, son las sobras que generan los antígenos de la impunidad. ¿Le hará falta? A él y a no pocos de sus acólitos. No lo ignoran. Quizás que en no demasiado tiempo alguien venza a la cobardía masificada en nuestra ciudad y se atrevan, entre otras cosas, a presentarse ante la Justicia y solicitar una AUDITORÍA. A pedir informes. O tal vez, el tiempo dirá hasta donde le o les alcanza la protección que despóticamente baja del poder político y paraliza a la Justicia.
Una burla tapada con otra burla, la de la Justicia
No pocos nos preguntamos luego de la inconcebible fiesta del Presidente Alberto Fernández en Olivos, cuando en plena pandemia y encierro masivo de la ciudadanía, le festejó el cumpleaños a Fabiola Yáñez, la primera dama. Su esposa. Todo lo que prosiguió, es decir, las secuelas de infortunadas falacias de “Alberto”, no le alcanzaron, igualmente se lo condenó – sin misericordia alguna- a pagar algo así como un millón seiscientos pesos. Pesos más. Pesos menos. Y otro tanto ella. Una burla de la que habla el país. Nos defecaron en la cabeza y no paran de reírse.
Jugando con el Covid ajeno
Claro que si mal no recuerdo, en Villa María también se violaron las normativas del COE. ¿Recuerdan? Todos – o casi, éramos unos potenciales criminales que nos movíamos a escondidas y, eso nos pasaba cuando intentábamos – (casi siempre de noche) ir de visita a hijos o nietos. A los afectos más entrañables. Nos quisieron enseñar, a través de esa misteriosa organización llamada COE, algo así como un estado policíaco que nos determinaba la vida, y la muerte también, con amenazas constantes de encierro. En esto debe no ponerse en el mismo estrado a los médicos y personal de salud que no se movieron de las trincheras en las luchas contra este temible virus. No obstante, en este juego de turbadoras emociones que nos revolotean y exaltan, también emerge la Justicia, que dependía de ellos. Allí la memoria nos hace un alto para rememorar, entre otros quebrantamientos, que Martín Gill vino, tal indican, con hisopados negativos a visitar a sus padres y, lo hizo en una fiesta formalizada en Villa Nueva con importante número de concurrentes. El hecho trascendió lo público e intervino la Fiscal Juliana Companys, de quien no se podrá decir que no trabaja o que no investiga. Todo lo contrario. Los casos y el reconocimiento hablan por sí solos. Pero es preciso interrogarse ¿si al Presidente la Justicia lo condenó a tan irrisoria y burlona cifra, pero lo condenó al fin, que ha ocurrido con la causa que se la abrió al intendente Gill?
De giles y no tan giles
No estaría mal que en algún momento el intendente sea puesto en el banquillo de los acusados en lugar de estar hablando de su posible candidatura. Es como que habría un sesgo de sentido común. Vale que preguntemos a la clase política, también a la Justicia ¿lo moral y lo ético le importa de verdad? Y extendemos, también el interrogante a la sociedad que componemos ¿Cuánto nos afecta lo ético y moral? Lo de Gill es un ejemplo hediondo y licencioso, de lo contrario no estaría presentándose como un hombre sin historia, o de inmaculado pasado, con el objetivo de seguir gobernando. Claro que hay miles de giles –o no tan giles- que se amuchan pensando en las urnas para su salvación o lo que es peor, cagándose en ellas. Es decir, en nosotros, el pueblo a quienes nos llaman soberanos… Eso, como dice Afiche, la canción, dan ganas de balearse en un rincón.