Escribe: Miguel Andreis
Las camorras o las mafias italianas en Estados Unidos, por los años 20 o treinta, tenían distintos conceptos sobre lo que implicaba el beso en la boca entre los hombres. Uno sellaba la lealtad entre ambos y el otro, nada más ni menos, que la sentencia a muerte…
En política más cercana en los tiempos y la geografía, más específicamente en nuestra ciudad, tal vez conlleve – o no-, que los besos en la boca podrían saber a traición.
El 2023 camina apresurado. Lo saben quienes detentan el poder. Los que estuvieron antes. Aquellos que quieren perpetuarse. Los impunes. Sus acciones comienzan a exponer temores. Hay estertores que parecerían indicar el final de un ciclo. La sangre figurada se huele en cada movimiento del poder actuante. Es agria. Emocional y visceral. Casi nada, o nada de racional.
Hasta el momento, las fuerzas del peronismo dividido, ni de la oposición tampoco, quieren subir nombres con apetencias de posar sus sentaderas en el simbólico Sillón de Viñas. Dos pestañeos y las urnas comenzarán a bostezar. Este desquicio constitucional que ha dejado Martín Gill con sus ausencias sarcásticas y farsantes, de idas y vueltas con contradicciones de dioses con tridentes en sus manos, lo que ha logrado es desnudar su poco apego a la constitucionalidad de la Carta Orgánica. Claro que no lo alcanzó solo, tuvo sus adláteres. Sus serviles, tanto en la dirigencia política como en algunos sectores de la prensa que ya comenzaron a enaltecer una –poco creíblealianza entre el actual y el ex. Claro que con estos besos cruzados todo puede volverse posible. Lo que ha quedado son espesas poluciones de incredulidad social, donde la gangrena espanta a la participación comunitaria.
Es que la violación serial a la Carta Orgánica Municipal, el libro que, se supone, debería ser las letras rectoras de nuestra constitución villamariense, fue avasallada y manoseada hasta casi la naturalización de un aldea. La nuestra. Nadie o apenas excepciones intentaron frenar semejante impunidad y abuso. La legislatura también aportó su despotismo. Nada se hace sin complicidad. El abuso ya hablaba por sí solo. Las elecciones pasadas, las de “medio término”, dejaron su mensaje, Gill había perdido más de un 28% de sufragantes y, Accastello unos puntitos más de menos. Ambos saben que eso puede volverse a repetir. Aún con una oposición cuyo único aspirante que quiere
aparecer en escena, es el hombre del Pro Darío Capitani. ¿Una broma o un beso que no llegará?.
En esta hendidura de tiempos, léase unos dos años, todo se trató de justificar en nombre de la Ley y, aunque más indigno aún, los del propio partido y ajenos también, justificaban su desfachatez, apelando al dinero que en hipótesis Gill podría traer desde Buenos Aires, donde desarrollaba su cargo de Secretario del
Ministerio de Obras Públicas, uno de las áreas que mayor cantidad de dinero y que menos se controla. Sino que lo explique su antecesor Josecito López, premio olímpico en el lanzamiento de bolsos.
En fin, todo permite suponer que la corrupción no toma distancia. En charcos de pensamiento de la ciudadanía nadie o muy pocos toman en serio el distanciamiento del ex intendente y el actual. Cierto es que sumando los guarismos logrados en los últimos comicios, – si bien legislativos pero con ambos apellidos en las boletas-, perdieron por paliza con alguien que ni visitó la ciudad: Luis Juez.
Lo que se ha puesto en marcha comunicacionalmente, políticamente también, es que los dos sellarán un nuevo pacto. Están empeñados en el olvido del votante. Todo parece centrarse en las fotos que los muestran juntos. Además un viejo criterio del peronismo, como el de luchar hasta desangrarse pero ir juntos, se quiere nuevamente poner en vigencia.
La pregunta que no se puede obviar ¿Les servirá tan gelatinoso y abyecto accionar? ¿La dignidad y la ética –lo poco o mucho que quede- carecen de valor? No es conveniente mostrarse ante la gente, frente al votante, el raquitismo conceptual de lo que es la política… Ambos lo saben.
La historia nos demuestra que toda torpeza, toda vanidad e indemnidad tiene un límite. Es posible que en ocasiones las fotos digan más que mil entintados en papel. Pero no siempre reflejan lo verdadero.
Si lo que se prioriza es el camino a las urnas, y en ello la valorización de las obras realizadas (de las que a muchas no se les conoció su real valor), Accastello lleva una ventaja. De allí que el recuerdo del colectivo social –zarandeado hasta el cansanciopor los tres representantes del peronismo que se sucedieron – Accastello- Bedano y Gill, comprendan que hay alianzas que cuando llegan tardeen lugar de sumar, restan.
Ni los actores políticos empecinados en continuar con gobiernos sin transparencia de sus actos, y mucho menos la prensa que considera que puede influir de manera tal para que el votante pase al olvido todo lo vivido en más de 20 años de gobiernos de la misma sigla, vayan borroneándose en credibilidad. Lo cierto es que falta poco para un nuevo desafío, aun teniendo en cuenta la dispersión de una oposición que siempre, así se refleja, parece jugar a perder. ¿Lo será en esta ocasión? Existió o existirá el beso en la boca entre ambos… Los dos, posiblemente sabían a mal aliento. ¿Lealtad o final de una etapa?