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Las muchachas de antes no usaban barbijo

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Antes que nada, vaya un reconocimiento para la sufrida militancia kirchnerista que está siendo sometida a un esfuerzo heroico. A la mañana tienen que defender la democracia de Maduro, a la tarde tienen que defender la inocencia de Lázaro Báez y a la noche tienen que defender el progresismo de Gildo Insfrán. Si a esto le sumamos que se pasaron una semana entera defendiendo la vacunación VIP de Zannini, de la señora de Zannini, de los Moyano y de cuanto funcionario manoteó las vacunas que eran para el personal de salud, evidentemente a la militancia se le está pidiendo demasiado.

Ni hablar de lo que remaron para defender al gobernador santiagueño Zamora y a los 80 palos verdes que se gastó para construir un estadio de fútbol, inaugurado el jueves, en una de las provincias más pobres del país.

Esta militancia se merece toda nuestra solidaridad. Hacen un tremendo esfuerzo por evitar que progresistas de la talla de Maduro, Báez, López, Zannini, De Vido, Boudou, Moyano, Zamora e Insfrán terminen haciéndole el juego a la derecha.

Por suerte, semejante sacrificio se compensó con un alegrón para ellos y para todos: la vuelta al stand-up de Cristina. Se la extrañaba, sobre todo ahora que, ante la imposibilidad de hacer ficciones en la tele por la pandemia, carecemos de actrices para disfrutar. ¿Quién no querría volver a ver una chica Pol-ka?

Si la idea era distraernos de las vacunaciones VIP, hay que reconocer que el plan de la vicepresidenta fue perfecto. Y divertidísimo. Ella debería hacer este show todas las semanas así nos mantienen entretenidos hasta que lleguen las vacunas.

En todo caso, para una próxima vez, deberían agregar en la pantalla el graph de “no apto para menores de 12” porque, después de verla, los chicos a la noche tienen miedo. Sospecho que muchos adultos también.

Imagínese amigo lector, si a los jueces los trató de esta manera en público, cómo lo debe tratar al “presidente” en privado. Para ver con más claridad la naturaleza del vínculo, siempre es bueno llevarlo a comedia del cine nacional, recordando que cuando vemos a Alberto todos pensamos en Rolo Puente.

Entra Moria Casán a la quinta de Olivos disfrazada de Cruela de Vil, envuelta en un tapado hecho con piel de jueces federales, las garras pintadas de rojo, los ojos desencajados y se lo encuentra a Rolo Puente que está sentadito en una banqueta, en pijama, con la guitarra en la mano tratando de sacar una de Litto Nebbia. No creo que haga falta dialogar la escena.

El mito de que cuando Ella llega a la quinta de Olivos, Dylan se escapa a la quinta de Macri, debe ser cierto. Linda gente. Todo muy normal. Por suerte para el mundo, Argentina no tiene armas nucleares y sus mandatarios no disponen de un botón rojo.

La aparición de Cristina ante los jueces eclipsó el discurso presidencial del lunes en el Congreso. El “presidente” había ido a la apertura de las sesiones ordinarias llevando un texto muy elaborado que expresaba la necesidad de un consenso político, un plan integral hacia el futuro y un fuerte llamado a la unión nacional. Lamentablemente se lo olvidó en el auto y le dieron para leer otro panfleto. Cosas que pasan.

Envalentonado por el éxito del lunes, a mitad de semana el “presidente” viajó a Santiago del Estero para inaugurar el estadio mundialista de Zamora y declaró “¿Quién dijo que Santiago del Estero no puede tener un estadio así? Estamos generando igualdad”. Si me preguntaban a mí, yo hubiera arrancado la igualdad poniendo agua potable, pero cada uno interpreta el progresismo como más le gusta.

Lamentablemente, se ve que el “presidente” no tuvo tiempo de asistir al carnaval formoseño que el viernes organizó Gildo Insfrán, pero compensó la ausencia regalándonos ese mismo día, en el Consejo Económico y Social, otra declaración inolvidable: “Un día dicen que soy un títere y al otro día dicen que soy soberbio”. Bien ahí Tío Alberto reconociendo dos méritos de su gestión.

Sin embargo, nada se puede comparar con el show de Cristina cuyo punto más alto fue cuando, casi al borde del llanto, le gritó a los jueces: “¡Ustedes contribuyeron a que Macri ganara!”. Esta vez hay que reconocerle la humildad. Ocho años gobernando como el orto también deben haber contribuido al triunfo de Macri.

Ella remató la faena al grito de “¡apliquen la ley!”. Caramba. ¿Qué necesidad de meterse en más líos? Puede ser que la causa del dólar futuro sea más fácil de zafar, pero si los jueces deciden “aplicar la ley” cuando ella tenga que explicar el temita de los hoteles y los alquileres a contratistas del Estado como Lázaro o Cristóbal López, se le va a complicar un poco.

Acá no somos ni abogados ni contadores. Pero de arquitectura algo manyamos. Mirando las fotos de la fachada de Alto Calafate, se ven 21 ventanas por planta que son 21 módulos. A 4 metros (mínimo) por módulo, más espesor de muros, más el volumen de la torre lateral, te da no menos de 90 metros de frente. Con habitaciones en ambos frentes, la planta nunca puede ser menor a 90 x 16. O sea 1.440 m2 por piso. Se ven 3 pisos, o sea 4.320 m2. A eso hay que sumarle los altillos que se ven en las fotos, más un volumen exento y algo de subsuelo. Mínimo 1.500 m2 más. Redondeando, es una obra de 6.000 m2. A 1.000 dólares el m2 de obra + 1.000 dólares el m2 de equipamiento de hotelería + terreno, el chiste nunca pudo costar menos de 12 palos verdes.

¿Cómo hicieron Néstor y Cristina para juntar en 20 años (1987/2007), cobrando sueldos de funcionarios públicos, semejante canuto? Peor aún si le agregamos los otros tres hoteles que tienen, más los dos penthouse en Puerto Madero (a 5.000 dólares el m2), más las otras 20 propiedades que tienen en Santa Cruz, más el depto de Barrio Norte, más los casi 5 palos verdes que vimos en la caja de seguridad de la hija ¿Sumamos ahora o dejamos que lo hagan los jueces? ¿Irá otra vez a gritarles cuando tenga que declarar en esta causa? O arrancará con un suave: “Buenos días queridos jueces, acá les traje sandwichitos y medialunas por si quieren picar algo mientras charlamos”.

Lo más loco de todo esto es que todavía hay gorilas que se indignan porque Cristina no usa barbijo. Con la cantidad de opciones que te ofrece el kirchnerismo para indignarte, putean por una pavada como el barbijo. Entendámoslo: Ella no usa barbijo porque no se siente alcanzada por ninguna norma del Estado de Derecho y porque literalmente no se le canta usarlo. Igual que Trump.

Ahora viene la parte más divertida que es cuando el kirchnerismo acelera y choca. Ya los conocemos. Manejan una Ferrari a 300 km/hora creyendo que son Fangio y son mi Tía Jieshke al volante, después de la operación de cadera. Para ser justos, no podemos dejar de darle la bienvenida a la simpática patota de fascistas que se ha incorporado a Juntos por el Cambio y que debutaron colgando bolsas mortuorias de las rejas de la Casa Rosada. Una belleza.

Se autodenominan “Jóvenes Republicanos”. Yo le hubiera puesto “La Falange amarilla” o “Los Montoneros del Gato” que sonaba más divertido. Lo destacable es que ningún dirigente importante de la oposición salió a repudiarlos de manera rotunda y contundente. Sólo Lousteau.

La cruda realidad se puede resumir en aquel viejo cuento del guardabarrera que ve venir dos trenes sobre la misma vía con rumbo de colisión. El tipo desesperado llama por radio a las centrales de control pero nadie lo atiende. Prende todas las alarmas, hace sonar las sirenas, agita todas las banderillas hasta que se da cuenta que nada puede hacer. Agotado llama a su esposa: “Vieja, traé el banquito que vamos a ver un choque de la gran puta”.

Esto no es Corea del Norte ni Corea del Centro ni Corea del Sur. Es simplemente nuestra Argentina que va a toda velocidad al encuentro de su trágico destino.

Vieja, traé el banquito.

Fuente : Alejandro Borensztein para Diario Clarín


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