En su más reciente columna, la especialista en desarrollo personal Judith Amé abordó el fenómeno de las creencias limitantes, esos «programas mentales» que adquirimos desde la infancia a través de la familia y el entorno, y que repetimos automáticamente condicionando nuestra realidad y muchas veces de forma negativa.
Según Amé, frases como «la vida es dura», «el dinero cuesta ganarlo» o «el amor duele» no son simples expresiones, sino patrones de pensamiento que configuran nuestra experiencia. «Los pensamientos son eléctricos y las emociones son magnéticas: atraemos aquello con lo que vibramos», explicó.
El análisis identifica cuatro áreas principales donde operan estas creencias. En el ámbito familiar, la «lealtad invisible» a conceptos como «la vida es dura» hace que constantemente veamos obstáculos en nuestro camino. En lo económico, la idea de que «el dinero cuesta» suele traducirse en trabajar en exceso por ingresos limitados.
En las relaciones amorosas, creer que «el amor siempre duele» o el tan famoso »todos son iguales», lleva a elegir parejas tóxicas o dinámicas afectivas dañinas. Mientras que en la gestión del tiempo, el «nunca tengo tiempo» suele encubrir una agenda llena de actividades que no priorizan lo verdaderamente importante.
La propuesta de transformación consiste en reemplazar estas viejas programaciones por nuevas afirmaciones: «la vida fluye con simpleza», «el dinero llega cuando amo lo que hago», «merezco relaciones recíprocas y sanas», y «elijo en qué invertir mi energía».
En este sentido, Judith Amé concluye que diciendo que al modificar estos patrones mentales básicos, comenzamos a vibrar en una frecuencia diferente, atrayendo experiencias más alineadas con el bienestar y la plenitud que realmente merecemos.