Talleres le jugó de igual a igual a River hasta que la expulsión de Lucas Suárez, a los 14 del complemento, complicó sus chances. E incluso cuando parecía tener todo controlado para “sacar” un cero a cero valorable, una jugada de pelota detenida lo castigó: a los 41 marcó de cabeza Paulo Díaz y estableció un 1-0 que fue demasiado premio para los dirigidos por Marcelo Gallardo.
La revancha se juega el miércoles que viene a las 21.30 en Buenos Aires y Talleres está obligado a ganar por al menos un gol para seguir con chances de meterse en los cuartos de final de la Copa Libertadores.
Unas 50 mil almas le dieron un marco imponente al estadio Mario Alberto Kempes. La “T” necesita una épica en el Monumental.
El partido
Talleres y River arrancaron el partido con el mismo esquema y la misma intensidad. Del 4-2-3-1 a meter en cada sector. Fue un arranque de igual. Sin especulaciones.
Ese Talleres intenso le llegó a River luego de un rebote que quedó para Barticciotto. El delantero sacó un derechazo que Franco Armani contuvo con el uso de ambas manos.
En ese ida y vuelta armado por dos equipos con ansias de protagonismo, la primera de River llegó a los 11 con un zurdazo de Mastantuono que Herrera hizo más fácil de los que era, al contenerla abajo con el cuerpo y las manos.
Para los 20, el partido bajó el ritmo y todo pasaba por el medio campo, donde se jugaba rápido y a un toque. Y donde un mal pase era demasiado riesgo. A esa altura, ni Talleres ni River se habían sorprendido. Se jugaban con respeto.
Hasta a los 30, Talleres se erigió como un equipo súper guerrero, corriendo a jugadores de a River con hasta tres jugadores. Fue en esfuerzo ampuloso de todos. Claro que esa energía no retribuyó en situaciones propiciadas por quites.
Y, a los 33, salió lesionado Alejandro Martínez, que fue reemplazado por Ramiro Ruiz Rodríguez, el jugador más parecido al ido Ramón Sosa.
El partido se jugaba en quites y River metió uno que complicó a la defensa de Talleres: el ajuste llegó con un cruce providencial de Matías Catalán, a los 41.
A los dos equipos les pasaba lo mismo: el arco les quedaba lejos para llegar tocando.
EL COMPLEMENTO
En el inicio del ST, el DT Ribinetto sacó al Portillo de volante para llevar al Portillo que había sido lateral a ser ahora volante. Y Riveros se estacionó de “3″. Talleres necesitaba más músculo para llegar a ese corte de pelota que le propicie una jugada de gol.
Mientras, River le puso más vigor a la presión y provocó un tiro de esquina que terminó en una cabezazo de Paulo Díaz que Herrera resolvió con sapiencia.
Talleres respondió con otra pelota parada y entre Benavídez y Barticciotto no pudieron empujar un centro cruzado a los 6.
River necesitaba chispa y Gallardo sacó a los pibes Mastantuono y Echeverri para meter experiencia con Nacho Fernández y Manuel Lanzini. ¿Se iba a armar otro partido?
A Talleres se lo complicó la noche con la expulsión de Lucas Suárez, que venía haciendo un buen partido llegó tarde a un cruce. Todo el panorama cambiaba. Ya todo tenía que ser heroico.
Ese Talleres luchador estuvo representado en Juan Portillo, el teñido, el todocampista que arrancó de lateral, pasó a volante y terminó de central. Había que hacer lo que sea para que Talleres sostuviera ese cero en el arco propio.
Y a los 40 minutos, cuando Talleres parecía tener en control la situación, una pelota parada le dio la chance a Paulo Díaz de meter un cabezazo imposible para Herrera. Talleres recibía demasiado castigo.
Los minutos finales no mostraron a un River voraz para buscar más goles. Por el contrario, reguló. A Talleres no le dio las nafta para un empate milagroso.
Fuente: La Voz del Interior