Escribe: Miguel Andreis – La imagen de “M”, la niña en situación de calle y su secuestrador estaba en todas las pantallas. El hombre en bicicleta con la pequeña atrás fue filmado durante tres días, por la mitad de cámaras que hay en Buenos Aires. Los esgrimistas dialécticos del Gobierno nacional sentían que el remiendo que encontraron les venía de maravillas. El secuestrador recorría el AMBA como si se tratase de Papá Noel. Curiosamente todas las fuerzas de seguridad no le podían dar caza. En tanto, la sociedad a lo largo de la geografía del país consumía ávidamente toda la aventura de un desequilibrado mental y la pequeña cautiva. Como ella hay cientos que desaparecen con finales trágicos. Se fue, la llevó como en los viejos cuentos de hadas, detrás del sueño de una bicicleta blanca, pero sin alas. Mientras tanto otras cosas exponencialmente relevantes en Argentina eran acalladas por esta infortunada situación. Por dos o tres días olvidamos o casi olvidamos las faltas de vacunas, los muertos por Covid, de la letalidad de las nuevas cepas, los vacunatorios VIP, el no arreglo con el FMI, CFK y Alberto en su guerra de guerrillas contra la Justicia, desvanecimos el vacuo discurso del presidente por cadena nacional. Nos desentendimos de la designación del nuevo Ministro de Justicia Martín Soria, cuyos antecedentes no darían, ni por lejos, para un cargo de semejante relevancia… El secuestro medía. Luego, de la denuncia de una vecina, como en un movimiento de magia, varias horas después, aparecería Berni con su burdo oportunismo pegándole a la ministra Frederick, es decir, por elevación a Alberto Fernández que no puso ni las manos en defensa de su elegida. Otra vez había ganado la pulseada CFK. “M” la víctima fue un lamentable y eficaz instrumento de distracción.
Llamada de urgencia
En Olivos, casi con desesperación, Alberto repasaba una lista de nombres y apellidos, cada vez más corta que tenía en el bolsillo de su saco. Allí también una hoja A4, doblada, se reservaba otro escrito. Comprendió que le quedaban muy pocos de su más íntima confianza. Él, personalmente se fue comunicando telefónicamente con cada uno de sus funcionarios, ministros y asesores. Después de las 18 hs. fueron llegando a la mansión de Olivos. Café, cortos diálogos y desdobló la A4. Presentó a la misma como un borrador. Estaba decidido -es lo que expresó- a pulirla y hacerla pública lo más pronto posible. Era su renuncia indeclinable a la Presidencia. En su interior sentía que hubo una licitación de adversidades en su contra. Su obediencia casi de indignidad, humillación y sometimiento al kirchnerismo, lo dejarán para el resto de su existencia como uno los mandatarios más sombríos que hayan estado en tal función. Entre sus papeles tenían las últimas mediciones de varias encuestadoras, su imagen positiva no superaba el 30%, hecho que le había enrostrado la misma Cristina horas antes. No llegaron las vacunas que venían prometiendo desde hacía 8 meses; un hombre de su máxima confianza le limó mucho de lo poco que le quedaba de credibilidad. Es que Gines Gonzáles García fue una moladora con su imagen, con el vacunatorio vip. Comprendió fuera de tiempo varios errores no forzados. O sí. Se compró sin necesidad el abrir un frente beligerante con el Poder Judicial y lo que ello implica. Posiblemente en su cabeza rondaba “¿¡Por qué le hice caso a Cristina!?”. Insistió que se tenía que ir…Muy posiblemente con todos estos datos en la mano y, más allá de lo que haya dictaminado la Junta Electoral Nacional, que las PASO deben hacerse, en el Instituto Patria, con más poder que en la misma Casa Rosada, no quieren saber nada con las urnas. Tampoco con estos guarismos se van a zambullir en octubre. Sin vacunas y una inoculación a cuenta gotas, el argumento les queda en las manos es: “abrir las urnas sería un acto genocida” ya le habían respondido desde el mismo riñón de la ex presidente. Cosa absolutamente comprensible, pero que forma parte de una estrategia de la Cámpora, obvio, con la anuencia de la Vice. El acercamiento de Sergio Mazza con Máximo Kirchner, intentando manipular el futuro del Justicialismo, es observado con cierta desconfianza y más reticencia por el ala dura de los muchachos “camporistas”. Básicamente porque no le creen ni quieren al volátil Massa.
Preludio de un autogolpe
Lo concreto es que “Alberto” comprendió por esas horas, de cómo se gestan los golpes palaciegos. En todo caso, debió percibirlo como el preludio de un autogolpe. Hubo palabras de aliento provenientes de su núcleo aún fiel, “no podés renunciar, es dejarle el camino allanado a ella” que él tomó como un acompañamiento “incondicional”. Un poco más tarde o temprano la orquestación se volverá poner en marcha. Fue detonando día a día una certidumbre de apoyo cívico, que le otorgara el voto. Se creyó que la sociedad con la doctora, iba en serio. Menos mal que no trabaja en un serpentario porque su final sería cantado. Demasiados flancos y escaso de visión política. Este panorama es de difícil final. Nadie saldría poner el pecho por él. Perdió el último vagón y descalzo no se puede correr sobre los durmientes. Por acción u omisión, Alberto Fernández nos deja expuesto a un desenlace incierto y posiblemente en el abismo de la violencia. Ya no se puede hacer el desentendido y volverse converso a esta altura, es una señal de raquítico patetismo que desnuda sus limitaciones políticas. Aquel país que nos prometieron de una democracia republicana, es otra falacia que esconde oscuras intenciones. Lo que no se pudo conocer es si rompió la hoja A4 con la renuncia o la guardó… Nadie puede asegurar que esta desesperación del presidente no se vuelva a repetir… el veneno espera.