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JULIO NIETO | ¿Puede un economista gobernar la Argentina?

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Escribe: Julio Nieto –  Sin dudas, y si en algo acierta las encuestas, es en que el mayor eje de preocupación de los argentinos es la economía.

Esta prioridad economicista, forma parte del ADN nacional, que funciona como un sistema de autodefensa en un país caracterizado por sus constantes crisis. La idea de priorizar “el bolsillo” como se dice en la jerga, supone el único antídoto válido por sobre cualquier otro problema de fondo. Esto explica porqué Gobiernos altamente corruptos o cuestionados, -que en cualquier país hubieran sido destituidos-, han salvado su pellejo gracias al éxito en su política económica.

La economía y la política desde sus inicios forman un eslabón más dentro de las grietas que caracterizan a la Nación. El ministerio de Economía, desde su creación en 1958, ha sido carne de cañón para el destino del país, ya que ningún ministro de economía perduró un periodo junto a un presidente.

Desde Mariano Fragueiro (presidencia del Gral. Urquiza) a Sergio Massa, la Argentina cuenta en su haber la suma de 128 ministros sentados en el Palacio de Hacienda, triplicando a la cantidad de presidentes existentes hasta entonces.

El modo y las formas de administrar la cosa pública siempre fueron objeto de conflictos, crisis y lucha de poder entre ambas carteras.

El triunfo en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) del economista Javier Milei, pone en debate un dato histórico más que curioso, ya que de repetirse el resultado las Elecciones Generales y Ballotage (de haberlo), el economista se transformaría en el primer economista en ocupar el sillón de Rivadavia.

Los economistas o exministros mantuvieron desde 1983 un protagonismo igual o mayor al del Jefe de Estado, pero, paradójicamente un magro resultado al momento de presentarse en elecciones ejecutivas. Desde Alsogaray, Cavallo, López Murphy o Lavagna, quienes casualmente tienen en común haber obtenido el tercer lugar en elecciones presidenciales en las que se presentaron, aun con sus imágenes o intención de votos por las nubes no lograron la hazaña histórica de sentar un economista en la Casa Rosada.

Álvaro Alsogaray (ex ministro de Frondizi y Guido), luego icono liberal de los años 90 obtuvo el tercer lugar con el 7% de los votos en las elecciones presidenciales de 1989, detrás de Carlos Menem y el radical Eduardo Angeloz.

Domingo Cavallo, quien fue el ministro de economía con mayor poder de la historia, tuvo bajo su cartera no solo la administración de hacienda sino también de obras y servicios públicos, lo que lo llevó a tener un protagonismo no solo económico sino político por su relación con los gobernadores intendentes, en 1999 obtuvo el tercer lugar con el 10% de los sufragios detrás de Fernando De la Rúa y Eduardo Duhalde.

Lo mismo sucederá con los exministros Ricardo López Murphy y Roberto Lavagna.

López Murphy, fue quien más estuvo cerca, ya que, a pesar de obtener el tercer lugar, quedo debajo de Menem y Néstor Kirchner en una elección de tres tercios, casi similar a la de las PASO del pasado 13 de agosto.

Roberto Lavagna, uno de los “bomberos” del incendio de la crisis 2001/2002, el exministro de Duhalde y de Néstor Kirchner, se presentó en 2007 en alianza con la UCR, quedando relegado detrás de Cristina Kirchner y Elisa Carrió.

El caso de Milei es inédito, ya que no solo sería el primer economista en gobernar el país, sino también el político con menor trayectoria en la gestión pública, iniciando su carrera electoral en las elecciones legislativas del 2021, donde quedo ubicado en el tercer lugar con apenas un 13%.

Con un programa a lo “motosierra” en el gasto público, dolarización como nuevo sistema monetario, reformas laborales y previsionales de fondo, el candidato libertario se presenta como el candidato con las propuestas más reformistas y extremas.

Su campaña con fuerte presencia en redes sociales, debates efusivos en los medios, actos con caravana a lo de un “Rockstart”, y con escaso aparato y fiscales en el interior del país, Milei es toda una novedad entre los tecnócratas e ingenieros electorales, donde genera dentro y fuera de su electorado, la mayor de las esperanzas hasta el mayor de los miedos.


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