El conjunto de Diego Martínez reaccionó tarde y perdió 2-1 por los goles de Walter Bou y Augusto Lotti; descontó sobre la hora Lucas Blondel. El Granate es el único escolta del líder Godoy Cruz por la Zona B.
No engrana. No gusta. No golea. No levanta. No da señales. No… Así, claro, se podría estar un largo rato. El Boca de Diego Martínez no encuentra el cómo, el por qué, el dónde. Ni siquiera el cuándo. Porque encima, así de urgido, de necesitado, y por primera vez derrotado, llega al superclásico contra River. Un escenario inoportuno y complejo, porque desde la Fortaleza otra vez se llevó más preguntas que respuestas. Y sobre todo, con una gran preocupación.
Lanús se lo ganó bien. Con poco. Pero bien. El partido, de hecho, se le hizo cuesta arriba a Boca desde el arranque. Por ese gol de Walter Bou que encontró a un equipo que comenzó quebrado en defensa y en ataque. Por ahí se filtró el pase de Loaiza que Walter Bou, entre Lema y Figal, definió cruzado al gol para el 1-0.
Un mazazo del que le costó reponerse. Porque no habían pasado ni 15 minutos y porque en ese momento, Boca asomaba como un equipo largo, sin conexión entre sus líneas y con sólo algunos arrestos individuales (todos fallidos) como respuesta.
De a poquito, el equipo de Martínez, que otra vez cambió de nombres y de esquema sin ton ni son, pareció acomodarse a una partido en el que empezó corriendo detrás del resultado y de la pelota. Porque en ese primer tiempo, sólo Zenón aportó algo de claridad, aunque en soledad. Medina no le encontró la vuelta ni a su juego ni a su marca. Equi Fernández perdió más de lo que ganó como volante más adelantado en un descoordinado doble cinco con Campuzano. Y el colombiano pagó por todo ese desorden, sobre todo en un mediocampo que siempre estuvo en desventaja.
Pero en el segundo tiempo, asomó otro Boca. De cuerpo, alma y espíritu. Equi la agarró más y mejor, Advíncula y Saracchi se plantaron más adelante y Janson tuvo otro cabezazo para empatar, como el que había tenido en el primer tiempo (en ambas tapó Acosta, bien ubicado).
Por entonces, Boca estaba lanzado sobre campo rival y, cuando el ex Vélez dejó la cancha para ser reemplazado por Cavani (a los 12’ del ST, cuando también salió Campuzano, amonestado), el Xeneize ya merecía por lo menos el empate.
Retemplado en su ánimo y fortalecido en el medio, Boca unió líneas, juntó pases y además, abrió la cancha. Con otro vértigo, sometió al local a un dominio igualmente que nunca terminó de trasladar al resultado. Porque todo duró hasta que Lanús, que estaba agazapado, pero que empezaba a sufrir el partido, sacó una contra que terminaron Carreras y Lotti para dejar otra vez a Boca en la lona. Y ahora sí, casi sin margen ni tiempo de reacción (quedaban 14 minutos por jugar).
Con el Xeneize 0-2, el cambio de los dos laterales (Benedetto se quedó esperando) sirvió para que Blondel marcara el descuento, pero no mucho más. Boca se lleva a la previa del choque más esperado una derrota, la sensación de que marcha sin GPS (¿cuál es su 11, cuál es su fórmula, cuál es su búsqueda?), la renovada y alarmante sequía de Cavani y una inestabilidad defensiva que no había mostrado hasta ahora (venía invicto y sin recibir goles en sus últimos juegos). Si es cierto que los clásicos son partidos aparte, pues Boca deberá aferrarse a esa teoría. Las otras señales siguen sin aparecer…